El Brexit va a tener un enorme poder transformador, en el Reino Unido y en Europa. Lo de menos es que la UE haya perdido uno de sus 28 miembros o que su PIB se haya reducido en un quince por ciento. Lo relevante es que ninguno de los dos lados del Canal de la Mancha volverá a ser lo que era antes. Gran Bretaña se va a enfrentar a un intenso, profundo y prolongado debate sobre su identidad y lugar en el mundo. Y Europa pasará de la autocomplacencia de creerse unida frente al miembro díscolo del grupo a enfrentarse a su propia batalla existencial.

Desde que el Reino Unido comenzó a desapegarse de Europa, el resto de Europa se limitó a cerrar filas contra quien abandonaba el hogar y a hacerle pagar cara su osadía para que otros no cayeran en la misma tentación.  Eso impidió entender que muchas de las incomodidades británicas dentro de Europa también las sentían y sienten otros miembros de la Unión, particularmente esa tensión siempre presente entre las soberanías nacionales y los poderes comunitarios supranacionales. El Reino Unido y otros no percibían que los procesos comunitarios de decisión tuvieran la legitimidad democrática necesaria para suplantar los mecanismos nacionales de tomas de decisión. Sentían que las instancias comunitarias invadían espacios en contravención al principio de subsidiariedad. Curiosamente, el Reino Unido asumió el liderazgo tácito de esas voces que no se atrevían a hablar y que ahora, ausente el portavoz, tendrán que hacerlo con creciente asertividad.

Es inmenso el avance de Europa hacia la integración durante las pasadas casi siete décadas y, sin embargo, la “gran visión” de una Europa federada no ha logrado transformar el mosaico de Estados-Nación en una identidad europea compartida, donde no se siga viendo todavía (casi) todo a través del prisma de los intereses nacionales. Esa es la verdad, a pesar del gran esfuerzo de los líderes y del funcionariado comunitario para hacer avanzar el proceso. Pero, tal como corresponde con la naturaleza de las burocracias, el resultado se ha traducido en uniformar más y más la vida del conglomerado a través de un denso entramado de normas, leyes e instituciones que buscan homogeinizar la vida de los ciudadanos y los países. Así es como Europa ha evolucionado hacia un espacio más centralizador e impositivo, menos democrático y menos flexible. Las almas nacionales, sin embargo, andan díscolas por otros caminos.

Europa continental ha mostrado hasta ahora una lamentable incapacidad de entender el Brexit como una oportunidad histórica para repensar el proyecto europeo y abrir vías de solución al dilema en el que actualmente se encuentra la Unión Europea. El problema no es exclusivamente el Reino Unido, sino Europa misma. Han sido tantos los logros de la integración europea, que nos estamos durmiendo en los laureles. Europa necesita ser repensada urgentemente.

Para sobrevivir seis décadas más, la nueva Europa deberá tener un mínimo común denominador menos exigente y comprehensivo que el actual, y permitir una variedad de esferas de integración, de acuerdo a las preferencias y a los intereses nacionales. Las democracias nacionales deben retomar el control de cuánta Europa quieren y a qué velocidad. Se les debe ofrecer una paleta de opciones en la que decidirán si avanzar en instituciones comunes de seguridad y defensa, en esquemas “light” de coordinación de políticas monetario-financieras o en una unión monetaria. El nuevo lenguaje comunitario deberá hablar menos de uniformidad y más de alternativas, de flexibilidad o de libre elección. En definitiva, una Europa que respete democráticamente su gran diversidad cultural, social y política.

En vez de un club monolítico, la UE sería un club de clubes, donde los países se asociarían voluntariamente en diferentes constelaciones grupales. Tendríamos dos, tres o más monedas comunes, dos o más esferas de integración comercial, dos o más niveles de exigencia en cuanto a integración en lo político, en los sistemas de bienestar social o en el movimiento de personas. La amalgama que mantendría unido al club de clubes serían valores fundamentales comunes como la democracia, el imperio de la ley o el respeto de los derechos humanos, especialmente las libertades individuales. En una Europa así, el Reino Unido hubiera tenido probablemente cabida.

3 thoughts on “Europa post Brexit ¿MONOLITO O CLUB DE CLUBES?

  1. Hola mi querido amigo. Gracias por tu correo. Realmente muy interesante y bien desarrollada tu tesis de repensar a Europa. Un aldabonazo de atención a los líderes de la UE. Ojalá caiga en buenos oídos u ojos, por el bien de Europa, sin el lastre de Inglaterra que nunca ha sido europea. Mis afectos para Rosi y tus hijos. Un fuerte abrazo. Héctor

    De: Miguel I. Purroy Enviado el: domingo, 8 de marzo de 2020 12:48 p. m. Para: tamakunster@gmail.com Asunto: [New post] Europa post Brexit ¿MONOLITO O CLUB DE CLUBES?

    Miguel I. Purroy posted: ” El Brexit va a tener un enorme poder transformador, en el Reino Unido y en Europa. Lo de menos es que la UE haya perdido uno de sus 28 miembros o que su PIB se haya reducido en un quince por ciento. Lo relevante es que ninguno de los dos lados del Canal “

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    1. Amigo Hector, veo que estás bien pendiente de lo que pasa a tu alrededor. Eso delata tu mente inquisitiva y permanentemente inquieta.
      Efectivamente, Europa está en una encrucijada en la que se juega su existencia como proyecto de integración. Ojalá sepa leer los signos de los tiempos.
      Un abrazo
      Miguel Ignacio

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  2. Apreciado amigo, comparto tu opinión, pero no soy optimista. Todos los Europeos y la mitad de los británicos han argumentado hasta la saciedad sobre las desventajas del Brexit. Este discurso se ha convertido en un dogma y requerirá una fuerza adicional para dar entrada al necesario y nuevo discurso sobre la visión que esbozas. Además de los “drivers” clásicos (estancamiento económico, deudas, inmigración, comportamiento de los tres grandes) estaré observando con curiosidad algo sobre lo cual poco se ha hablado: y que pasa si el Brexit es un éxito y la siempre tenaz Gran Bretaña da la lección?
    Un abrazo
    Herman

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